About
Table of Contents
Comments (2)

  Desperté sudorosa y con el nudo habitual en la garganta, típico después del maldito sueño recurrente, no me había sucedido desde hacía un mes y regresó, siempre regresaba.

  - Olvídalo, no dormirás más -Me dije mirando el móvil barato del que me había hecho en secreto. Me puse en pie y suavecito pasé de la cobija que hacía de cama hasta la mesa - Ay-Me quejé cuando mi rodilla golpeó una silla.

  - Cállate, necesito dormir -Seguía sin comprender por qué no tenía el valor suficiente para matarlo- Ya sabes, si no regresas con comida mejor no vuelvas.

  Llegué a la puerta y estaba por azotarla cuando recordé que no valía la pena arriesgar así mi vida.

  Como pude llegué al puente donde se reunían los chicos que pedían limosna conmigo, íbamos por toda la ciudad, andrajosos y feos rogando por un peso, limpiando parabrisas, vendiendo dulces o flores, lo que fuera para alimentar algunos a su familia y yo a mi alcohólico padre.

  - Oye Sus -Llamé a un chiquillo que compartía mi suerte, un padre alcohólico y golpeador- ¿Qué te hizo? -Lo obligué a levantar la cara para ver el manchón de su ojo.

  - Es que... Compré un dulce y el dinero llegó incompleto -Dijo con los ojos llorosos.

  - Saldremos de aquí amigo, te lo prometo -Lo abracé recordando las tantas veces que me sucedió lo mismo a manos de mi padre, si es que a ese monstruo podría llamársele así.

  - Deja los sentimentalismos Lia y vamos a darle que necesitamos comer, recuerda que mientras más saquemos más nos queda para nosotros -Presionó Manu, era 4 años mayor que yo y probablemente habría ganado mejor en otro trabajo, pero prefería quedarse en el basurero en que vivíamos para proteger a los niños.

  Salimos a toda prisa, repartiéndonos por todas las avenidas de la ciudad, me tocó vender las flores, ya era habitual. Fui con Manu y Sus quienes limpiaban los parabrisas de los autos.

  - Ya sabes -Dijo Manu antes de iniciar- Ignora a los degenerados -Era mi punto débil, no ignorar a los que se atrevían a decirme asquerosidades, siempre terminaba con las manos en sus cuellos.

  - Ya, ya -Dije restándole importancia.

  Vimos el alto de los autos y comenzamos, como cada día, acercándonos incluso a las ventanillas cerradas, recibiendo malas caras y peores tratos.

  - ¿Cuánto las flores muñeca?

  - 20 el ramito -Intenté ignorar su mirada.

  - Te las compro todas si te subes conmigo -Estaba por explotar.

  - ¿Va a comprar flores? -Se acercó Manu.

  - Ya te dije muñeca -Lo ignoró.

  Seguí mi camino a los autos siguientes aún sintiendo su asquerosa mirada sobre mí.

  Después de las primeras 4 o 5 horas de intentar vender las florecillas y ellos limpiar parabrisas, nos sentamos a la orilla de la avenida con una botella de agua y un par de chicles para calmar el hambre, no podíamos comer hasta estar juntos y contar el dinero, si había de más comíamos, si no, tocaba llevarlo todo a casa, con la panza vacía.

  - Ni siquiera sé que me ven -Dije levantando el dedo medio a un hombre en un auto que no me quitaba la vista de encima.

  - Eres guapa -Soltó Manu dándole parte de su chicle a Sus.

  - ¿Guapa? Guapas las de pelo limpio y gafas caras a las que les limpias el parabrisas, ellas son guapas, yo sólo soy una simple andrajosa -Se carcajeó.

  - ¿Tu madre nunca te dijo que te robaron de una casa de ricos? -Me dieron ganas de darle un golpe, pero el ruido de mi estómago me distrajo.

  - Estúpido -Caminé hasta el auto de una mujer que me llamaba a señas.

  Alrededor de las 7:00 pm, cuando comenzaba a oscurecer, hicimos camino de nuevo al puente. Nos sentamos en un círculo y en una bolsa de plástico tirada a la mitad, dejamos caer lo mucho o poco que cada uno ganó ese día.

  - Bien, comencemos -Dijo Manu mirando las monedas -Primero Lia porque la casa le queda lejos y el borracho va a enojarse si no llega -Todos estuvieron de acuerdo- Trescientos para ti, me tendió las monedas ya contadas -Asentí mirando el dinero.

  - Gracias muchachos, nos vemos mañana -Tomé el dinero y lo eché en la bolsita rota que había sacado del basurero.

  Comencé a caminar contando el dinero de a poquito y noté que llevaba 50 de más, tomé el teléfono y marqué a Manu.

  - Me has dado de más otra vez -Me quejé.

  - Guárdalos Lia, sé que estás a poco de lograr escapar, déjame ayudarte un poco -Rodé los ojos.

  - Si golpean a alguno por tu culpa...

  - No lo harán, tranquila -Colgué enfadada y seguí mi camino.

  Al llegar a casa vi la botella vacía sobre la mesa y al hombre recostado sobre sus brazos, no sería una mala noche si le ponía el dinero cerca y me iba directo a dormir. Silenciosamente deje las monedas a su lado y fui directo a mi cobija en el suelo, cerré los ojos y apreté el dinero extra contra mi pecho.

  - Ya falta menos -Me susurré callando los latidos de mi corazón.

  Llevaba cerca de 3 años ahorrando para poder escapar del hombre que se decía mi padre.

  Alrededor de la media noche escuché sus pasos acercarse y rogué para que no se fuera hacia a mí. No funcionó, nunca funcionaba,

  - Mi pequeña -Susurró pasando los dedos sucios y con aroma alcohol por mis mejillas, apreté los ojos, sabía lo que seguía "Mi Lia, te pareces tanto a la mujer que nos abandonó" la culpaba de su muerte como si yo no hubiera visto como lo hacía.

  - ¿Por qué lo haces? -Susurré mientras lágrimas silenciosas rodaban por mis mejillas.

  Se llevó consigo el dinero, quería matarlo, de nuevo. Pero no tenía el valor, no era como él. Llorando, aún, cerré los ojos y dejé correr cualquier lágrima contenida.

  Al día siguiente salí temprano, noté que no estaba, supuse que había salido a comprar alcohol, por lo menos tenía la esperanza de que ese día llegara tan ebrio que no me recordara.

  - Sus -Dije fuerte para que el niño me esperara.

  - Lia, mi mamá me dio esto para ti -Me tendió una bolsita plástica con algo de comida.

  - ¿Seguro que no es para ti? -Dije sin aceptarla.

  - Seguro, ayer Manu me dio dinero de más y pudimos comprar algo -Sonreía y yo sentía que ese niño no merecía esa vida.

  - Gracias amigo -Revolví su cabello para luego abrazarlo.

  - ¿Cuándo te vas? -No se le oía muy feliz.

  - Espero que pronto, pero no te preocupes que voy a regresar por ti amigo -Besé su cabeza.

  - Te esperaré Lia -Sonrió esperando ese momento de inmediato.

  Llegamos debajo del puente y Manu ya estaba esperando al resto. Se quedó mirándome de arriba abajo unos segundos.

  - ¿Qué miras? -Solté agresiva.

  - Ven un segundo -Me alejó de los chicos tomándome por el brazo.

  - ¿Qué sucede? -Pregunté ya lo suficientemente lejos para que no nos escucharan.

  - ¿Te dañó de nuevo? -Puso su mano en mi hombro y me retiré por acto reflejo.

  - No tiene importancia...

  - No puedes decir eso Lia -Se tensaron todos sus músculos faciales.

  - Olvidalo Manu, me iré y se morirá de hambre -Intentó abrazarme.

  - Yo no te haré daño -Se alejó un poco cuando lo rechace.

  - Perdona -Agaché la mirada.

  - Mirame Lia, tengo dinero suficiente para que puedas irte esta misma noche -Abrí los ojos como platos.

  - No puedo pedirte eso...

  - No lo estás haciendo, yo te lo daré -Negué- No digas que no.

  - Eres tan bueno -Puse mi mano sobre su hombro y puso la suya sobre la mía.

  - Es porque te quiero... Me refiero a que los quiero, sé cómo se siente –Asentí.

  - Entonces hoy por la madrugada ¿De acuerdo? -No estaba dispuesta a aguantar a ese borracho ni un día más- Iré por ti...

  - ¿Y después? Quiero ir a otra ciudad Manu, pero apenas sé leer y escribir -Me sonrió.

  - Eso no te detendrá Lia, no debe detenerte -Apreté su mano.

  - En la madrugada -Afirmé y asintió, para después ambos regresar con los demás.

  Una vez más nos repartimos por las avenidas, ésta vez me tocó el disfraz de payaso y a otra niña las flores, con pequeñas pelotas Manu y yo hacíamos malabares frente a los autos y después pasábamos estirando la mano y esperando algunas monedas.

  - ¿Cuántos años tienes? -Me preguntó una señora de unos 40 cuando me tocó pasar a lado de su ventanilla.

  - 16 señora -Intenté sonar amable.

  - ¿Ese es tu hijo? -Señaló a Sus, que parecía tener 6 años pero en realidad llevaba 10 a cuestas.

  - Es mi amigo señora -Intentaba seguir caminando.

  - Ay niña -Negó con la cabeza y me tendió una moneda.

  - Gracias -Seguí caminando, nunca faltaba la persona que nos juzgaba sin saber por qué estábamos ahí.

  No deseaba vivir en esta situación el resto de mi vida, luego de que liberaran al asesino de mi padre de la cárcel, comencé a trabajar en eso. No le dieron ni 4 años al desgraciado, decían que faltaban pruebas, era quizá que ya no querían mantener gente dentro de sus celdas.

  Regresó cuando acababa de cumplir los 10 y fue por mí a casa de la hermana de mi madre, quien no hizo mucho por detenerlo. Llevaba 6 años trabajando para que comiera.

  - Hola -Me sonrió un tipo.

  - El de las flores es mi amigo -Dije sin pensar en lo que respondía.

  - Toma -Me tendió un puñito de monedas sonriendo.

  - Gracias -No devolví la sonrisa y seguí caminando.

  También había en el mundo buenas personas, no puedo negarlo, algunos te sonreían e intentaban decirte con una mirada que lamentaban tu suerte, otros buscaban más monedas en su bolsillo sin saber que eran para mantener el vicio de un padre borracho, había quienes al darte la moneda ponían su mano sobre la tuya y parecían dedicarte sus oraciones, el mundo estaba lleno de toda clase de personas.

You may also like

Download APP for Free Reading

novelcat google down novelcat ios down