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Se casó conmigo para vengarse de mí, pero después de que nos divorciamos, se enamoró de mí.
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Ya se había hecho de noche.

La casa de la familia Lance estaba ubicada en una zona muy privilegiada de la Ciudad A.

Eleonora Balton estaba sola y aburrida, mirando alrededor de su lujosa sala de estar. Se sentía un poco desganada.

'¿Esto es un hogar?', se preguntaba a sí misma con desánimo.

Desde hace un año vivía ahí con Quentin Lance.

Estar pensando en Quentin le traía muy mal sabor de boca.

Estaba destruida, se había encontrado una foto de su esposo en los brazos de una hermosa mujer.

No era la primera vez que veía este tipo de imágenes, continuamente aparecían en periódicos, revistas e incluso en la televisión.

Ocurría tan a menudo que Eleonora ya estaba acostumbrada.

Se acurrucó débilmente en el sofá, cruzó las piernas y cerró los ojos. Inconscientemente algunas lágrimas heladas se escaparon rodando por sus mejillas.

De pronto, se escucharon pasos al otro lado de la puerta. Le eran bastante familiares, por lo que se puso nerviosa de inmediato.

Rápidamente se secó las lágrimas.

Él siempre decía que odiaba a las mujeres que lloraban.

Si viera sus lágrimas, seguramente se molestaría.

Eleonora se enderezó y alineó su espalda.

En ese momento se abrió la puerta.

La sala se volvió tan silenciosa que incluso se podía escuchar su respiración algo acelerada.

Eleonora volteó y vio el hermoso rostro de Quentin, pero lo notó inusualmente frío. Había una ligera sensación de embriaguez en sus ojos.

Inmediatamente se dio cuenta de que había vuelto a beber.

Eleonora comenzó a temblar.

Aunque todavía era su esposo, Quentin era como un fantasma.

Aparecía de vez en cuando, pero cuando lo hacía, ella terminaba con problemas psicológicos y a veces hasta físicos. Saber que seguía bebiendo le causaba un gran dolor.

Verlo llegar le produjo un escalofrío desde el fondo de su corazón.

"¿Volviste?". Eleonora preguntó tímidamente.

Quentin frunció el ceño y ni siquiera la volteó a ver.

Se quitó los zapatos y se desabotonó la camisa. Más de la mitad de su fuerte pecho quedó al descubierto.

"¡Ven aquí!". Quentin miró a Eleonora, que seguía sentada en el sofá. ¿No ves que tu marido ha vuelto?".

Ella se puso de pie y, temerosa, se acercó lentamente a él.

Antes de llegar a su lado, él la detuvo.

La jaló y la abrazó con fuerza contra su pecho. En ese momento, ella percibió un delicado perfume que, a pesar del olor a vino, no había desaparecido del todo.

Eleonora se mordió el labio y sintió su corazón muy apesumbrado.

En el periódico leyó que Yvonne Moore estaba frecuentando demasiado a Quentin. Esta mujer había sido compañera de Eleonora en la universidad y tenían una buena relación. Por mucho tiempo se venía escuchando que estaba muy relacionada a la política.

Ellos iban juntos a todo tipo de eventos importantes, al grado que Eleonora llegó a pensar que Yvonne debería ser la verdadera esposa de Quentin. La situación la hacía sentir que ella era solo una broma.

La esposa se quedaba sola en su habitación mientras que el esposo tenía una aventura extramarital.

Eleonora no se podía sacar de la cabeza la imagen de la mujer acurrucándose en los brazos de su marido como un pajarito. Sus fotos íntimas ocupaban varias páginas del diario.

Ella no era una marioneta. Cuando vio esto, se sintió angustiada. Nunca había peleado con Quentin y él solo pensarla le producía escalofríos.

No era que no se atreviera a hacerlo, pero conocía sus limitaciones. Este matrimonio sólo existía por conservar las apariencias.

Como esposa, él la podría botar en cualquier momento.

Cuando se casaron, él se lo dijo muy claramente: "Debes entender la razón de este matrimonio. No esperes que te ame ni ser la mujer de mi vida. Cuando yo crea que es suficiente, ¡ya no serás la señora Lance!".

Las cosas que le decía cada vez que llegaba borracho, la lastimaban y solo se hacía más grande la herida.

Ella tenía que quedarse callada, sin importar lo que Quentin hiciera afuera. Como su esposa, no tenía estatus ni calificación para quejarse.

Quentin vio que Eleonora estaba sumergida en sus pensamientos y se burló.

'¿Por qué tendré a una mujer tan distraída?', pensó.

No le dio importancia a su estado de ánimo, era tan egoísta que comenzó a tocarla por encima del delgado camisón con sus sucias manos.

Las acciones de Quentin siempre fueron demasiado egocéntricas.

Sin importarle si Eleonora estuviera de acuerdo, los labios de Quentin ya estaban sobre los suyos autoritariamente. Con avidez tocaba su cuerpo y de pronto, literalmente le arrancó la pijama de seda, rompiéndola en pedazos.

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