Home/ El Secreto Sucio del CEO Completed
El contrato con mi apasionado y rico compañero de cama me prohibía enamorarme de él.
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"Trabajas demasiado, Eve. ¿Cuándo vendrás de visita?".

Evelyn Bright terminó de ponerse el delineador y, al observar los resultados en el espejo, se dio cuenta de que se veía ridícula; como si una niña de cinco años lo hubiera hecho torpemente. Había pasado innumerables horas viendo tutoriales de maquillaje en Internet, mas, a pesar de eso, nunca conseguía hacerlo bien.

En seguida, tomó otra toallita húmeda y suspiró decepcionada. Por supuesto, antes de este trabajo, probablemente solo se había maquillado un par de veces.

“Pronto, mamá. Ya sabes cómo es esto de las prácticas en el hospital".

Esa mentira se había vuelto tan fácil de usar en estos días.

“Lo sé, pero es tan irrazonable que no puedas tener un descanso ni con el semestre ya terminado. Ha pasado mucho tiempo y todos aquí te extrañamos. Lo bueno es que solo te queda un año, así que podrías encontrar un trabajo más cerca de casa cuando te gradúes. Vivir en Londres es demasiado caro", dijo su madre.

Como siempre, la culpa la consumía. Había tardado más que los otros en comenzar la universidad y sus padres estaban muy orgullosos, pues era la primera de la familia en lograrlo. Pero, aquí estaba ella...

"Ah... claro", respondió. “Lo siento mamá, pero en verdad tengo que irme ahora. Te amo y dile a todos que los amo también”.

Una vez que su madre terminó la llamada, ella suspiró y dejó el teléfono a un lado. Pronto encontraría una manera de darle la noticia, o al menos eso esperaba.

Evelyn se alborotó el pelo castaño rizado y volvió a observarse el rostro. El tono de su piel era oliva, por lo que, si iba a intentarlo de nuevo, tendría que pedirle a un experto que eligiera su maquillaje. Sin embargo, se tranquilizó un poco, pues sabía que no tenía que salir a ningún lado; nunca lo había hecho en todo este tiempo. De lo contrario, habría fracasado en este trabajo en la primera semana.

Al final, se maquilló de forma ligera como habitualmente lo hacía, sin molestarse en seguir experimentando estilos más atrevidos. Al segundo siguiente, inspeccionó los resultados y notó que tenía una aspecto totalmente natural, resaltando sus bellos ojos verdes. Tal vez era la emoción lo que los hacía lucir tan brillantes. No obstante, reprimó ese sentimiento, o mejor dicho, trató de reducirlo en la medida de lo posible. Después de todo, las esperanzas y los sueños no estaban permitidos aquí.

Con un suspiro, se levantó de la silla del tocador y se miró en el espejo de pies a cabeza.

Para esta noche, se había comprado un nuevo conjunto de lencería babydoll. Este era blanco, de tela de gasa y abierto por delante con un sujetador de encaje que levantaba todo, mientras que las bragas apenas se veían. Aquel traje no dejaba nada a la imaginación.

A decir verdad, ella no sabía para qué se molestaba. Sería mejor caminar con los senos afuera todo el día porque, de todos modos, ninguno de sus esfuerzos duraba mucho. Todo el traje sería arrancado en el momento en que él llegara. Solo este año había gastado más en bragas que en toda su vida.

A continuación, salió del vestidor para observar su dormitorio con detenimiento. La enorme cama con pedestal de madera de roble se erigía en el centro, con su dosel y cortinas; parecía una verdadera cama de princesa, pero no era algo que ella había elegido. Había mesitas de noche de roble a juego, cómodas alfombras mullidas por todas partes, una tumbona en el otro extremo con una mesa de centro de roble delante. La calidad era obvia, y solo esta habitación costaba más de lo que se sentiría cómoda gastando en cualquier cosa. Definitivamente, este lugar no reflejaba nada de lo que ella era.

Al notar que todo estaba en orden, cogió su copa de vino del mueble de entretenimiento hecho a medida, construido alrededor del enorme televisor que estaba montado en la pared. Había pasado casi un año desde que se había mudado aquí y todo seguía igual; quizá porque esperaba que esto terminara en cualquier momento. Además, se había esforzado por no formar ningún apego, pero últimamente había estado fracasando terriblemente.

En ese instante, sintió que la emoción empezaba a crecer, así que la reprimió nuevamente.

Tras esto, suspiró de nuevo y bajó las escaleras descalza. Todavía era verano, por lo que el lugar era agradable y cálido, pero incluso en invierno, la moderna casa era económica y eficiente a pesar de su tamaño; era perfecta. Claro,  Evelyn no esperaba menos, pues él mismo la había construido.

Una vez que se acomodó en un sofá del salón, tomó un trago de vino y esperó. El reloj indicaba que aún le quedaban diez minutos, por lo que no pudo evitar que la emoción creciera esta vez. Había pasado un año, y todavía sentía mariposas, como si fuera virgen. Ella pensó que debería haber tomado aquello como una señal para decir que no a este estúpido trato, pero ya era demasiado tarde. La tinta del documento se había secado hacía muchos meses ya.

A las siete en punto, el timbre de su puerta sonó.

Ella dejó su copa y respiró profundamente para tranquilizarse antes de ponerse de pie y salir del salón. Cada paso que daba por la gran entrada aumentaba los nudos en su estómago.

Entonces, cuando por fin abrió una de las puertas de roble, su respiración se detuvo.

Roman Ashfield seguía siendo el b*stardo más sexy de toda Inglaterra. Una sola mirada a él hizo que sus rodillas se volvieran gelatinosas, por lo que tuvo que agarrarse a la puerta para evitar caer.

“Buenas noches, Evelyn”, dijo con su ronca y profunda voz, la cual la atrapaba todo el tiempo, ya que era como dulce música para sus oídos. 

Ella creía que él podría haber sido cantante en lugar de empresario, e igual habría ganado los mismos miles de millones.

"Hola...", respondió ella sin aliento.

“¿Me vas a dejar entrar o montamos un espectáculo para los vecinos?”.

"Ay, lo siento. Sí, pasa", contestó mientras abría más la puerta.

Él entró como si fuera el dueño del lugar, lo cual era cierto. Era dueño de todo, incluida ella.

Evelyn no tenía vecinos, pues así lo había planeado Roman. Su vecino más cercano estaba a más de una milla de distancia, así que se podría decir que estaba escondida en el campo donde nadie podía verla. Evidentemente, al ser el sucio secreto que ella era, esto tenía que ser de esta manera.

“Creo que podrías usar tu llave cada vez que vengas”, le recordó en tanto cerraba la puerta.

“Claro que no, eso sería de mala educación. Esta es tu casa”.

Mientras él se quitaba el abrigo y lo colgaba en el guardarropa al lado de la entrada, la mujer intentó que sus ojos no recorrieran su cuerpo. Lógicamente, aquello era estúpido, porque eso era algo que podía hacer. Ambos se pertenecían el uno al otro, o al menos eso decía el contraro.

Roman medía un metro ochenta de puro músculo. Tenía los hombros anchos y un abdomen bien trabajado. Cuando se giró para mirarla, ella volvió a quedar impresionada por sus azules y penetrantes ojos; ¡cualquier mujer podría ahogarse en esa mirada! No había ni un solo mechón de su exquisito cabello castaño oscuro que estuviera fuera de lugar, mas, al final de la noche, estaría maravillosamente despeinado. Con su barba  cuidadosamente recortada y su estructura ósea de un dios, siempre estaba en las listas de los diez principales solteros de Londres.

"¿Estás lista?", le preguntó extendiéndole la mano.

Sí, una mujer podría perderse en esos ojos, especialmente si él las miraba así.

El hombre recorrió lentamente todo su cuerpo antes de que sus ojos volvieran a encontrarse con los de ella, y el calor abrasador que vio en ellos, hizo que Evelyn contuviese el aliento de nuevo. Ella nunca entendería por qué la había elegido para hacer esto, ya que solo era una chica común de una urbanización en Birmingham. Pero sí, estaba lista; ¡muy lista!

Evelyn le tomó la mano y dejó que la condujera por las escaleras hasta su dormitorio. Una vez adentro, él cerró la puerta y lentamente la apoyó contra ella antes de acercarse a sus labios.

¡Eso era! ¡Por eso estaba fallando! ¡Por eso no podía separar la vida real de la fingida y se estaba encariñando tanto!

Roman la besaba como si estuviera hecho para eso. Sus labios... Sus dulces labios alimentaban el calor en sus venas que derretían sus huesos todo el tiempo. Él adoraba su cuerpo como si fueran solo ellos dos en todo el mundo, y ella suponía que así era. ¡Aquel hombre era su mundo entero!

Cuando finalmente la soltó, dio un paso atrás mientras se aflojaba la corbata. Por su parte, ella no se atrevió a moverse hasta que él se lo dijo, pero a juzgar por la forma libido en que miró su cuerpo, sabía que tenía razón sobre la ropa interior: no iba a durar mucho.

Esta sería otra noche salvaje.

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