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¡Soy una Omega débil, pero el prometido Alfa de mi hermana es mi compañero!
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Parte 1

Desde donde yo estaba parada la frontera era visible. Me limpié el sudor que me escurría por la frente y miré por encima del hombro para echarle un vistazo al viejo roble. Entonces escuché los golpes de las poderosas patas de mis perseguidores que aplastaban las hojas del camino. Un gemido escapó de mis labios, aunque era consciente de que la manada no iría más allá de la frontera y sabía que el árbol sería un buen refugio si pudiera llegar a tiempo.

Justo cuando uno de los lobos se me acercó, di un giro intempestivo y salté sobre un árbol caído.

Mis atacantes eran más rápidos y fuertes, ya que eran alfas y betas, pero yo era ágil y experimentada. El hecho de ser pequeña me proporcionaba ventajas, ya que sabía cómo esquivar, dar giros bruscos y saltar obstáculos más rápido que los lobos de gran tamaño.

En ese momento, un enorme alfa brincó hacia mí para atrapar mi pierna entre sus fauces, de modo que hundió sus colmillos en mi pantorrilla, logrando que yo cayera de bruces.

"¡Aaaah!", grité, sintiendo un dolor atroz en mi pierna derecha, pero jalé con fuerza y logré liberarme.

Vacilé durante unos segundos mirando mi pantorrilla con la sangre que empezó a manar de la profunda rajadura que mi atacante logró hacer en mi piel. El dolor hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas, pero me di cuenta de que los otros lobos se acercaban a gran velocidad.

Tomando una respiración profunda, cerré los ojos y, haciendo un enorme esfuerzo, fui capaz de ponerme en pie y correr, impulsada por la adrenalina que recorría mi cuerpo.

Y apenas lo logré.

Al ir corriendo estuve a punto de chocar con un tronco gigante, pero pude detenerme en seco y esquivarlo. Si los lobos cruzaban la frontera, moriría en cuestión de segundos. No había forma de que pudiera superar el dolor de mi pierna y la falta de aire en mis pulmones.

Casi lloré de alegría, cuando vi que los aterradores lobos se detenían abruptamente, amontonándose unos sobre otros en un lío de extremidades y ladridos confusos en el límite de su territorio. Sintiéndome aliviada, me dejé caer extenuada sobre la tierra húmeda.

Entonces me apoyé en el árbol para agarrarme la pierna con ambas manos, tratando desesperadamente de recuperar el aliento. El enjambre de alfas y betas se desenredó lentamente, permitiendo que el líder pasara al frente.

"Si te atrapo acechando en nuestro territorio otra vez, te arrancaré la cabeza, ¿está claro?". Su voz retumbó, tan profunda e intensamente que hizo vibrar las entrañas de la Tierra.

En ese momento, me desperté con una sacudida y miré a mi alrededor dándome cuenta de que estaba en mi habitación. Mi pecho subía y bajaba con mi jadeante respiración. Cerré los ojos y, sintiendo en mi piel el sol de la mañana, tomé unos segundos para tranquilizarme. Unos cuantos mechones de cabello estaban pegados en mi frente sudorosa.

Era ese m*ldito sueño una vez más.

No sabía por qué tenía constantemente esa terrible pesadilla. ¿Quiénes eran esos lobos? ¿Y por qué me persiguían?

Las personas en nuestro mundo se clasifican en tres clases: Alfas, Betas y Omegas. Los primeros están en la cima de la cadena y son considerados una raza superior en todos los aspectos. Los betas son los segundos al mando. Luego viene mi clase, las débiles, o sea las omegas. Solo somos vistas y no escuchadas, tratadas como máquinas reproductoras y esclavas s*xuales, aunque las que pertenecen a la élite sí son respetadas. La unión entre un alfa y una omega tiene mayores probabilidades de producir un líder puro

alguien que heredaría todos los genes dominantes del macho

Por eso ellos buscan aparearse con nosotras, sin embargo, escogen betas para casarse.

A nadie le importaba una débil y patética omega como yo. ¡Así nací, yo no lo escogí! Quiero decir, ¿tiene algo de malo?

Mientras reflexionaba en eso, un largo suspiro salió de mis labios.

De todos modos, nunca resultaba nada bueno cuando pensaba en eso, era una pérdida de tiempo. Aparté las sábanas de mi cuerpo y salí de mi cama de un brinco. Tengo que hacer mi cama todas las mañanas antes de salir de casa, de no ser así, mi madre me matará de hambre durante todo el día.

Una vez que mi habitación quedó impecable, salí y cerré la puerta detrás de mí para dirigirme a las escaleras.

"¿Qué tal este?", resonó la voz de mi padre en mis oídos, cuando iba a poner un pie en el primer escalón. Así que me detuve conteniendo la respiración para que no me atraparan espiándolos.

Según la tradición, había llegado la hora de que mi hermana de veintiún años se casara.

"¡No, él no! Tiene casi treinta, Frank", refunfuñó mi madre. "Esa diferencia es muy grande, no quiero alguien tan mayor para nuestra hija. Cara necesita un alfa atractivo, alguien rico. Ese tipo no encaja en nada de lo que esperamos para ella. Además, se ve muy rudo".

"Bueno, es un alfa, querida. Todos somos un poco rudos", se escuchó el suspiro cansado de mi padre.

Siento que he escuchado la misma conversación durante meses, ya que mis padres han estado tratando de encontrar el marido más conveniente para mi hermana.

"¡Ay, querido! Tú no le harías daño a una mosca", resopló mi madre. "No eres tan duro como quieres que la gente crea. Cara es muy sensible, por eso trato de evitar que se case con un alfa demasiado feroz, ya que podría asustarla. Ella necesita alguien que la trate bien".

"¿Y qué hay de nuestra Rose? Pronto, ella también necesitará un compañero, pues ya casi llega a la edad de asentarse".

Mis mejillas se pusieron rojas, ante la mención de mi nombre y de que necesitaba un compañero para sentar cabeza. ¿Cómo podré decirles que ya encontré al indicado? Al que me trata bien y me distrae de todas las penas y dolores que se cruzan por mi vida. Antes de que pudiera empezar a bajar la escalera, la aguda voz de mi madre atravesó mis oídos.

"¡Tuviste que arruinarme el día! Ella no me preocupa", resopló mi madre. "Además, ¿quién haría el trabajo de la casa si ella se casa con alguien? ¡Piensa lo que estás diciendo!".

Las lágrimas se acumularon en mis ojos. ¿Cómo podía ser tan cruel? Estuve a punto de compartirles la noticia.

"¡Mary, no digas eso! Rose también es nuestra hija. Deberíamos empezar a preocuparnos por ella también; solo es un año menor que Cara".

Sorbiendo la nariz, me limpié las lágrimas con un movimiento brusco y empecé a parpadear, para contener el llanto. Luego, deliberadamente, pisé con fuerza el escalón para que ellos oyeran mis pasos y tosí antes de bajar. Dos pares de ojos me observaron mientras me dirigía en silencio a la cocina. Tenía un nudo en la garganta, así que ni siquiera me molesté en saludarlos.

"Buenos días, Rose". La voz grave de mi padre me hizo detenerme.

Miré por encima del hombro y asentí hacia él.

Mi madre torció los labios. "¿Te das cuenta de su actitud? Ya ni siquiera se molesta en saludarnos".

"Mary, ¿por favor, podrías no empezar una discusión? Es muy temprano todavía y ella acaba de despertarse".

"¡Cómo quieras!", respondió mi madre, poniendo los ojos en blanco antes de desviar su atención hacia las pilas de archivos sobre la mesa.

Luego continuaron hablando entre ellos mientras yo pasaba hacia la cocina.

Encorvada sobre el fregadero, me lavé la cara con agua fría y respiré hondo. No volvería a llorar, con eso en mente, continué con mi rutina diaria y empecé a preparar el desayuno para todos.

****

Tan pronto como estuve segura de que mis padres habían salido a tomar el té de la tarde con los vecinos, me escapé. Mi hermana aún no regresaba a casa. Cara estaba actualmente estudiando Economía en la universidad más prestigiosa de nuestra ciudad. Sus clases duraban hasta las siete de la noche. De cualquier modo, yo no tenía idea de cómo funcionaba eso, porque mis padres pensaban que la educación secundaria era todo lo que necesitaba.

"¡Rose!", escuché a alguien gritar mi nombre desde lejos.

Al girar la cabeza, mis labios se curvaron en una amplia sonrisa cuando lo vi. Era Zain, quien movió la mano saludándome, con los ojos radiantes reluciendo entre las otras luces de la calle. La razón por la que no nos quedamos de ver en mi casa era que él no les gustaba a mis padres. Fuimos juntos a la secundaria, donde éramos buenos amigos, pero en mi casa detestaban a su familia.

Cuando descubrimos eso, vernos se convirtió en un total desafío para nosotros, pero Zain siempre encontraba la manera de hacer lo que quería. Así es cómo nos hemos estado reuniendo en el mismo lugar durante los últimos cuatro años. Siempre nos quedábamos de ver allí, en la misma banca donde nos sentábamos a disfrutar de nuestra mutua compañía, hasta que se hacía tarde para los dos.

"Hola", sonreí tímidamente, sentándome en la banca vacía y dejando el espacio para que él se sentara junto a mí.

Sus ojos se deslizaron hacia mi cara, mientras él entrecerraba los ojos, antes de preguntarme y suspirar. "¿Lloraste otra vez?".

Abrí la boca para contestar, al mismo tiempo que mis manos volaron hacia mis mejillas. ¿Cómo lo supo? Me aseguré de lavarme bien para que no lo notara.

"Tus ojos", dijo humedeciéndose los labios. "Ellos siempre dicen la verdad, aunque tú no lo hagas".

Aparté la mirada, concentrándome en mis viejas zapatillas que descansaban sobre el suelo. Odiaba cuando hacía eso, pero él me conocía demasiado bien, y era imposible ocultarle nada.

Él tomó mi cabeza para ladearla en su dirección, con el pulgar acariciando ligeramente mi mejilla. "Un día, te libraré de todo eso".

La esperanza floreció en mi pecho. La única razón por la que no se lo contábamos a nadie era mi edad. A los veintiuno, averiguaría si Zain era mi compañero o no. A veces, las personas tenían suerte y podían seguir con su noviazgo, pero en otras ocasiones, tenían que terminar para empezar la relación con su pareja verdadera.

Nosotros estábamos esperando que yo cumpliera la edad para averiguarlo. Pero decidimos que aunque no fuéramos compañeros, permaneceríamos juntos. Por eso, Zain estaba trabajando turnos dobles para reunir suficiente dinero y alejarnos de mi familia.

Y yo contaba con eso.

****

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