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Para mi pobre madre, pasé una noche locura con el billonario.
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A medianoche, en las tranquilas afueras del sureste de Nueva York, la seductora risa de Vivi Brown se oyó desde un flamante y reluciente BMW Z4.

Aunque desde lejos, se podía ver el movimiento raro del coche.

«¡Por fin! ¡Ya era hora de atraparla en algo así!», pensó Alaia con una satisfecha sonrisa a medida que fotografiaba discretamente las escenas...

Desde que Alaia Jones se convirtió en paparazzi de la revista G&G, siempre ansiaba encontrar algunas noticias que pudiera salir en titulares, ya podría cumplir su sueño en ese día.

La reportera llevaba días siguiendo a Vivi, una de las actrices más populares de Estados Unidos.

Hasta ahora, la reputación de aquella actriz era intachable, ya que nadie sabía nada sobre su vida privada. Por lo tanto, estas fotos mancharían su imagen sin lugar a dudas.

"A medianoche, Vivi Brown es atrapada en el auto de un misterioso hombre". Esta primicia daría gran publicidad y enormes beneficios a su empleador, la revista G&G.

Después de ver las fotos con entusiasmo, recogió su bolso para marcharse. Cuando se dio la vuelta y comenzó a regresar, algo repentinamente le impidió el paso.

Ante esto, ella levantó la cabeza, solo para encontrarse con dos hombres obstruyendo su camino. Ambos con cuerpos enormes, pesados, duros como rocas y altos.

Al fijarse en ellos, la reportera se quedó atónita al instante, pues sabía que la habían descubierto.

Los hombres le agarraron las manos antes de que pudiera reaccionar, para luego llevarla hacia el auto convertible.

"¡Oigan! ¡Suéltenme!", gritó la chica, luchando con todas sus fuerzas para liberarse de su agarre. Aunque fue en vano, ya que ellos eran demasiado fuertes, y no había nadie que pudiera oírla.

Cuando llegaron al BMW rojo, la soltaron bruscamente, tirándola al suelo.

Alaia levantó la mirada y vio a un hombre bajándose del coche sin prisa, el mismo que hacía unos minutos se había ‘estado’ con la señorita Brown.

Era alto y guapo. Bastante guapo, de hecho, según la reportera. Ella se levantó de inmediato, observándolo en tanto él caminaba hacia ella.

“¿Qué quieres?”, Alaia tomó la iniciativa de preguntar.

"¿Acaso no sabes?", él respondió seriamente, demostrando que no le creía en absoluto.

La chica se aferró con más fuerza a su cámara, decidida a no dejarse intimidar por él.

Acto seguido, sin dejar de mirarla ni un segundo, le ordenó con una voz más alta y autoritaria. "¡Borra las fotos que tomaste!".

"No sé a qué te refieres", replicó ella con orgullo, sin creer lo inquebrantable que se oía su voz.

“¿De verdad no sabes?”, al terminar, dio un paso adelante.

“Repito por última vez, ¡borra las fotos!”.

Alaia permaneció callada, todavía tenía una idea pueril: a fin de cuentas, él no tenía derecho de matarla, ¿verdad?

Frente a la chica terca, el hombre decidió darle una lección.

"Tú lo mereces", le dijo con un tono burlón para luego inmovilizarla contra el capó de su coche.

Alaia presionó sus manos contra el pecho del hombre, intentando apartarlo. Sin embargo, su agarre era tan fuerte, que su intento fracasó.

"¿Qué...?". Cuando abrió la boca para protestar, sus labios fueron silenciados por el roce áspero de la boca del hombre con la suya. Entonces, podía sentir la punta de la lengua separando sus labios, pero no pudo detenerlo.

La húmeda, cálida y resbaladiza lengua se deslizó entre sus labios y se hundió dentro de su boca.

Ella abrió los ojos sorprendida, pues su primer beso fue tomado a la fuerza, lejos de ser como lo había imaginado. Pasmada, se resistió a él, pero fue en vano. Aquel arrogante hombre la estaba besando intensamente y acariciando toscamente sus suaves labios con su boca.

La chica se asustó tanto que terminó por retroceder.

“Por favor, suéltame, ¡borraré todas las fotografías!”, respondió la chica a gritos.

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