About
Table of Contents
Comments (3)

  No quería ir a esa fiesta, a ninguna, en realidad, pero siempre me arrastraba para que sus padres lo dejaran salir. No hizo más que tomar con sus amigos una cerveza tras otra mientras yo lo observaba desde el sillón de la estancia principal, preocupada, pues la última vez que se había puesto borracho sus padres no se lo habían tomado muy bien.

  Mirian y Brenda reían de alguna cosa absurda que no me interesaba en absoluto, no tenía ánimos para fingir. Me puse de pie pese a sus quejas y me encaminé hacia William para pedirle que dejara de beber de ese modo. Sus amigos me recibieron con una sonrisa, él simplemente se me quedó mirando con seriedad.

  —¿Qué? —preguntó al tiempo que se llevaba el vaso a la boca y le daba un trago—. ¿Quieres un poco de alcohol?

  —No, Liam, ¿podríamos hablar por un segundo?

  Alzó una ceja y giró los ojos, me imaginé su respuesta antes de que abriera la boca. Casi no podía reconocerlo, pero era él, el mismo de siempre.

  Fue fácil enamorarme de Liam, me emocionaba cualquier cosa que viniera de él, aunque fuera la más tonta e insignificante. Si él decía «vamos», yo iba sin dudarlo ni un segundo; si decía «haz esto», yo lo hacía sin rechistar. Me dejé envolver por esa inocencia de niños, creyendo que los dos estábamos en el mismo canal, que queríamos lo mismo.

  Un día salí de la escuela corriendo, buscándolo entre el gentío para que nos fuéramos juntos a casa como cada día. Lo encontré en medio de un tumulto de estudiantes, era fácil localizarlo debido a su estatura y su cabello claro. No tuve que acercarme demasiado para darme cuenta de lo que estaba pasando, y de por qué muchos lo observaban con curiosidad. William estaba besando a una chica, me detuve en seco y dejé escapar el aire de mis pulmones como si me hubieran dado un golpe en la boca del estómago. Ahí estaba él, besando a otra; y ahí estaba yo, observando, a pesar de que dolía.

  Tragué saliva para aligerar el dolor lacerante que comenzaba a crecer en mi garganta, mis ojos se llenaron de lágrimas, quería correr y esconderme en el baño o gritarle para que la soltara, cualquier cosa menos eso, ¿por qué no se quitaba? Sin embargo, no hice nada, solo miré cómo se iba con ella sin preocuparse por mí, sin siquiera comprobar si yo estaba mirando.

  Ese día me fui sola a casa, fue la primera vez que lloré por Liam; la primera de muchas. Cuando llegué, mi madre me recibió en la puerta con los brazos puestos en jarras, me señaló con el dedo índice y movió la cabeza en señal de desaprobación. Mis padres tenían una comida muy importante, los socios ya estaban en el comedor, me obligó a borrar los rastros de mis lágrimas y me dijo que tenía que parar, pues la gente no debía darse cuenta de que había llorado, nadie nunca podía verme derrotada. Terminé confesándole mis sentimientos por mi amigo, el hijo de los amigos de mis padres. Nunca me he arrepentido tanto de algo.

  Por semanas William me ignoró, caminaba por los pasillos de la escuela con esa chica a su lado, no me saludó ni una sola vez, no me sonrió, era como si yo no existiera, como si fuera un fantasma, solo un recuerdo de lo que habíamos sido alguna vez. Me sentía tan triste que, cuando un día llegó y me pidió una cita, no me detuve a pensar qué estaba ocurriendo. Le dije que sí, mi madre me ayudó a peinarme el cabello y a aplicarme brillo labial, me dijo que usara el vestido azul a pesar de que yo quería usar uno negro.

  Empezamos a salir, pronto lo hicimos formal, no me di cuenta o, más bien, no quise ver que a Liam le costaba tratarme como algo más que una amiga. Un día se derrumbó y me confesó que sus padres lo habían obligado a terminar con su novia porque querían que saliera conmigo, que me adoraba, pero no como yo lo hacía. Le pedí que me dejara porque yo no era capaz de hacerlo, me lastimaría más de lo que ya estaba.

  —No puedo, ellos me lo han ordenado, Hannah —dijo él con el timbre ronco, aguantando las ganas de llorar.

  Me dolió en el alma que no estuviera conmigo por amor, me sentí mal y le dije a mamá que lo dejaría. Aseguró que todo estaría bien, que a veces los chicos necesitaban hacer locuras antes de quedarse con la persona que de verdad amaban, mi madre me pidió que tuviera paciencia porque todas las mujeres debíamos ser constantes si queríamos enamorar a alguien. Vaya estupidez, pero en ese momento no lo comprendía. Tomé ese consejo porque creí que era bueno, después de todo, era una chiquilla que pensaba que su madre tenía la razón.

  Dejé que los demás creyeran que era feliz, me aseguré de formar parte de los grupos más importantes de mi escuela, no me detuve hasta que conseguí las calificaciones más altas y vi mi nombre en el cuadro de honor, me rodeé de amigos que llenaran las expectativas de mis padres y fingí delante de todos que Liam y yo éramos felices, a pesar de que él jamás escondió el hecho de que no me amaba.

  No había fiesta a la que no fuera, coqueteaba con otras sin importar si yo estaba ahí. Tiempo después fue más duro, pues el coqueteo se volvió otra cosa, muchas veces miré cómo tomaba la mano de una chica y subía las escaleras, en ocasiones salía y otras tenía que buscar a alguien que pudiera llevarme.

  William se dio cuenta de que empezaba a cansarme, no lo sé, el punto es que apareció en la puerta de mi habitación con una florecilla. Me pregunté cómo había entrado si mis padres no estaban, igualmente dejé que pasara; pero no lo miré, quería dejarlo, solo tenía que encontrar las palabras. Se detuvo detrás de mí, sus brazos me rodearon, me dio un jalón para pegarme a él y hundió la cabeza en mi cuello. Qué bien se sentía.

  —No soporto cuando te alejas de mí, Han, sé que me he portado como un patán últimamente, lo siento tanto, sabes que eres lo más importante para mí, aunque a veces no lo parezca. Eres la única que de verdad me conoce y me acepta, jamás podría alejarme del todo de ti, ¿es eso suficiente, cariño? —Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, ¿por qué el amor tenía que doler tanto? ¿Eso era lo único que conseguiría de él? Por tonto que sonara, estaba dispuesta a tomarlo—. Nunca te alejes de mí, Hannah, por favor.

  Una de sus manos tomó mi barbilla, giró mi cabeza y la echó hacia atrás, sin más estampó sus labios suaves en los míos. Dejé que me derritiera, mis pensamientos se esfumaron, esa noche me entregué a él por primera vez.

  A partir de ese momento, que había sido el más especial y puro para mí, todo se descontroló. Creí que habíamos dado un paso adelante, que por fin se había dado cuenta de sus sentimientos, sin embargo, estaba equivocada. Apenas puso un pie afuera supe que acostarme con él había sido un error, al día siguiente lo encontré en el pasillo de la escuela arrinconando a una chica, quien le sonreía con descaro. Me escondí en la biblioteca por horas, llorando entre los libros y fingiendo que hacía los deberes. Liam se volvió más distante, más hostil e imprudente, no obstante, jamás había cruzado la línea.

  Su voz entrecortada me devolvió a la realidad.

  —Por supuesto que no quieres, tus papis no te dejan, ¿verdad? Apenas te permiten respirar, gracias al cielo que los míos solo me exigen salir contigo. —Apreté los dientes cuando escuché las risotadas de los demás—. Pero puedo tomar y olvidarlo.

  Me mordí la lengua para aguantar las ganas que tenía de lloriquear, ¿por qué estaba siendo tan cruel? La gente se carcajeó, otros murmuraron, sin embargo, me concentré en esos ojos que parecían tan lejanos.

  —Yo puedo hacer que lo olvides, Liam —dijo una de las animadoras, la conocía porque siempre estaba a su alrededor, como una enredadera. Iveth rodeó su cuello y empezó a besarlo, esperé a que él se la quitara de encima, pero lo único que hizo fue rodear su cintura.

  Lancé un bufido, más molesta que triste, agarré el brazo de William y lo jalé, empecé a caminar viendo rojo, no me detuve hasta que llegamos a un cuarto. Lo solté y di unos cuantos pasos atrás, supe que estaba enojado por su ceño fruncido y sus puños apretados.

  —¿Qué quieres? —gruñó.

  —Por favor, Liam, ya no tomes, tienes que manejar para irnos a casa.

  —No te llevaré a casa, ¿no viste que estaba ocupado con Iveth? Busca a alguien que pueda llevarte —dijo.

  Agaché la cabeza para que no viera lo mucho que me había dolido. Me aclaré la garganta, intentando encontrar mi voz, la cual tenía tanto miedo como yo, pues la sentía débil y temblorosa.

  —Te lo estoy diciendo porque me preocupas, no importa si te vas conmigo o no, no quiero que te pase nada.

  Su carcajada burlona hizo más grietas en mi corazón, una más.

  —Suenas igual que mi madre, estoy harto de esta mierda. ¿Por qué es tan difícil para ti entender que entre tú y yo no hay nada? Que no necesito que estés oliendo mi trasero todo el tiempo.

  ¿Y ahora de qué estaba hablando? Si algo había hecho era no fastidiarlo, no buscarlo hasta que él me buscara, no hablarle si no me hablaba.

  —¿Oliendo tu trasero? ¿Por qué dices eso, Liam? Las únicas veces que salimos juntos es cuando tú me lo pides porque ni siquiera me contestas el teléfono si no tienes ganas de hablar conmigo, ¿cuándo te he exigido algo? Lo único que he hecho es quererte, desear que me quieras.

  —¡¡Y si te lo pido es porque mis padres me obligan!! ¡Ya lo sabes y no te importa! No quiero que me quieras, Hannah, quiero salir con chicas que de verdad me gusten, tener aventuras y sexo con otras, cumplir mis sueños, todo menos vivir contigo toda la puñetera vida porque eres vacía y aburrida, no te importa nada más que las ondas de tu jodido cabello y hacer lo que tus padres dicen. —Hizo una pausa—. Entiéndelo de una maldita vez, ¡no te quiero!

  Salió echando humo por las orejas, mis rodillas se desestabilizaron, creí que me caería, que colapsaría en el piso. Antes de darme cuenta ya estaba llorando, la cosa no terminó ahí, empeoró.

  Quise ocultarme cuando alguien entró al cuarto. Natalie. La rubia con excelentes calificaciones en la clase de Artes. No se mete con nadie, solo anda por el pasillo de la escuela tropezando y sonriéndole a todo el mundo. Y a la cual lastimé, ella no se lo merecía.

  Entró para consolarme, es tan buena que no le importó que yo la hubiera lastimado antes, quería hacer lo posible para que me sintiera mejor, pero recibió una mirada y tuvo que irse. Sin embargo, prometió que traería a alguien, ni siquiera me dio tiempo para decirle que no era necesario.

  Así que aquí estoy, sintiéndome como el ser más insignificante del universo, tallando mi rostro empapado con las palmas, daría cualquier cosa por dejar de pensar, no hay peor tortura que la que me hace sufrir mi cabeza. Deseo regresar el tiempo para no acercarme a Liam, dar marcha atrás y no sentarme en el sofá, pero ya nada se puede hacer, la bomba ha explotado, él finalmente dijo lo que tanto me temía.

  «No quiero que me quieras, Hannah, quiero salir con chicas que de verdad me gusten, tener aventuras y sexo con otras, cumplir mis sueños, todo menos vivir contigo toda la puñetera vida porque eres vacía y aburrida, no te importa nada más que las ondas de tu jodido cabello y hacer lo que tus padres dicen. Entiéndelo de una maldita vez, ¡no te quiero!»

  Esas palabras siguen deambulando en mi mente como fantasmas, no puedo parar de pensar en ellas, se han quedado grabadas en mi alma. Y a pesar de todo no puedo odiarlo, incluso cuando debería, cuando me ha dado razones de sobra para hacerlo. ¿Por qué? Porque durante años me he aferrado a la idea de que un día se dará cuenta de que me quiere, eso es lo que mamá dice para consolarme cada vez que llego llorando a casa, que él solo es un adolescente rebelde y aventurero que quiere vivir un poco su locura para después estar con lo que siempre ha querido, que tarde o temprano se cansará de lo mismo y, entonces, me amará. Quise creerlo por tanto tiempo, pero solo me engañé, William jamás me querrá como yo.

  «¿Por qué es tan difícil para ti entender que entre tú y yo no hay nada? Que no necesito que estés oliendo mi trasero todo el tiempo.»

  He vivido una vida enamorada de este chico, esperando que me mire de verdad, que entienda que no es un capricho, que en serio estoy enamorada de él. No he desistido, día y noche he intentado demostrarle que cuenta conmigo, incluso si estar a su lado me lastima, que estaré ahí para apoyarlo si es que cae y que aplaudiré cada vez que se levante, ¿eso es ser masoquista?

  Mi labio inferior tiembla, la verdad es que no lo entiendo, no soy capaz de comprender por qué a veces dice que me quiere, que se preocupa por mí y que quiere intentarlo; y otras veces damos cien pasos atrás. Hemos retrocedido más de lo que hemos avanzado.

  Todavía puedo recordar cuando éramos pequeños y nos gustaba hacer castillos de tierra o meter caracoles a la casa para que nuestros padres gritaran al verlos en el comedor, hacíamos travesuras y era divertido.

  Según mamá debo ser paciente, y eso he sido, estoy cansada. Me he tragado los celos cada vez que lo veo con otra chica, fingiendo que no está pasando nada e ignorando las burlas de la gente que murmura cosas horribles a mis espaldas. Esas personas que dicen ser mis amigos, las mismas que han visto una y otra vez a Liam pisoteando mis sentimientos y jamás han hecho algo más que reír cuando no miro, ¿por qué sería de otra manera si ni yo misma logro alejarlo?

  Y tiene razón, soy aburrida, hago todo lo que mis padres dicen, soy una loca de las calificaciones que no soporta una nota inferior a noventa sobre cien, me gusta que todo sea perfecto, incluyendo mi cabello y mi ropa, mi máscara; pero lo amaba con cada poro de mi piel, con locura, yo hago cualquier cosa por Liam, incluso cuando para él no soy más que la hija de los amigos de sus padres. Ahora él cree que estoy vacía, quizá tenga razón, le he dado tanto que ya no encuentro nada en mi interior.

  Me limpio las lágrimas, aunque siento que es inútil, ya que no paro de llorar, el agua sale de mis ojos y no puedo controlarlo. De pronto, escucho ruido afuera, la puerta se abre y alguien entra a trompicones.

  —¿Quién es? —pregunto, no logro ver quién ha entrado, está muy oscuro y no traigo los lentes de contacto encima.

  —¿No adivinas? —Escucho pasos, alguien aparece en mi campo de visión, solo que no logro identificarlo por más que enfoco. Él se aproxima lo suficiente como para que lo reconozca, hago una mueca—. ¿Qué? ¿Esperabas a alguien más? ¿A Liam? No lo creo, Hannah, está muy entretenido manoseando a otra en la sala principal.

  Ignoro su comentario y la punzada de dolor que este me provoca. Delante de la gente es fácil fingir, cuando estoy sola es el problema.

  Oliver Doms se deja caer en el sofá, así que me alejo todo lo que puedo, ¿por qué Natalie tuvo que traer precisamente a este sujeto? No lo conozco demasiado, pero todo el mundo sabe de su mala fama, es lo opuesto a lo que quiero tener a mi alrededor, y no nos soportamos. Tuve la mala fortuna de conocerlo hace tiempo debido a que dirigía la radio de la escuela y yo, como parte de la sociedad de alumnos, debía estar en contacto con él. Al principio fue divertido, era un experto en música y siempre sabía qué decir; pero él obligó a Mirian a besarlo, después el director cerró la radio escolar, pues habían atrapado a Oliver pintando paredes con sus amigos, y desde ese día supe que era un vándalo.

  —¿Qué haces aquí? —cuestiono, todavía esperando que se haya equivocado de puerta.

  —No creas que me hace feliz estar con alguien como tú, le estoy haciendo un favor a una amiga.

  —¿Alguien como yo? —Él se encoge de hombros y chasquea la lengua con disgusto, estira las piernas y recuesta la cabeza en el respaldo, después cierra los párpados—. ¿Estás ebrio? Dios, no me importa, no necesito un niñero, así que puedes irte con tus amigos a asaltar un banco, romperte la cara en tu horrible patinete o ir por ahí a besar chicas a la fuerza…

  Detengo mi apasionado discurso en seco cuando él se mueve con violencia, su nariz topa con la mía y sus ojos furiosos me observan. Trago saliva con nerviosismo, ¿debería correr? No se ve muy contento.

  —No sabes cuándo cerrar la boca, ¿verdad? —De la nada, una de sus comisuras se eleva, no me tranquiliza, pues el brillo en sus ojos es peligroso y me hace temblar—. Quizá pueda enseñarte a no hablar cuando estás con un extraño, Han, estamos solos y nadie te escucharía, ni siquiera tu amado Liam. ¿Quién podrá defender a la damisela del malvado ladrón?

  —Podría gritar —digo, desafiante. Sé que debería empujarlo y correr, sin embargo, no estoy dispuesta a que vea lo débil y cobarde que soy. Su risotada burlona se me estampa en el rostro.

  —¿Y quién escuchará? ¿Tus amigas borrachas? ¿Liam y su chica? Dime quién, Hannah. Eres patética, ¿sabes? Siempre aparentando ser alguien que no eres, actuando delante de todo el mundo y mostrando una felicidad que no sientes, al final del día siempre acabas sola, ¿o me equivoco? Llorando justo como ahora y lamentándote porque tu amado novio se acuesta con cualquier cara bonita.

  Me quedo en silencio, sintiendo la rabia recorriéndome, quiero darle una palmada en la mejilla, pero una idea descabellada se instala en mi mente.

  Oh, que alguien me ayude.

  El corazón se me acelera tanto que puedo escucharlo, siento que saldrá por mi boca en cualquier momento, ni siquiera sé qué es lo que está pasando. Miro a Oliver a los ojos, él frunce el ceño con confusión.

  Antes de que pueda echarse hacia atrás, rodeo su cuello con mis brazos y lo jalo, estampo mis labios en los suyos en un impulso. La sorpresa no le permite regresarme el beso, no hasta después de unos segundos, entonces me devora con ganas, con un hambre que me sorprende. Yo lo beso de la misma forma, como si quisiera demostrarle y demostrarme que no necesito a Liam ni a ningún otro, que puedo besar a cualquiera. El intercambio se intensifica, tanto que mis pensamientos se vuelven borrosos, Oliver introduce su lengua en mi boca y saca todo de mí.

  Me echo hacia atrás un tanto aturdida, sus ojos oscuros me regresan la mirada.

  —Ladrón que roba a ladrón… —murmuro.

  Me pongo de pie y camino hacia la salida sin detenerme, a pesar de mis piernas temblorosas y de que la culpabilidad ya empieza a hacer estragos en mi pecho.

  Una vez afuera compruebo lo que Oliver dijo, el cuadro se me queda grabado en la mente: una chica sobre sus piernas, la cual besa su cuello, entretanto él le sigue el juego y disfruta de la atención de Mirian, Brenda y sus amigos. Mirian y Brenda son tan hipócritas que se me revuelve el estómago.

  No busco a nadie, salgo y me quito los tacones, camino por la avenida hacia mi casa, la cual no queda muy lejos, necesito estar sola. Pronto empieza a llover, el agua me empapa y oculta mis ojos cansados de llorar, los charcos me mojan los pies y las piedrillas se me clavan en las plantas. Se siente como una catarsis, como que la tristeza se irá cuando la lluvia pase.

You may also like

Download APP for Free Reading

novelcat google down novelcat ios down