—Connor, ¿de verdad no me recuerdas? —inquirió Emma luego de detener al novio en la boda. El hombre frente a ella era ni más ni menos que el amor de su infancia—. Me dijiste que querías casarte conmigo...

—Hazte a un lado —ordenó él. Su rostro mostraba una expresión fría que no ocultaba su disgusto.

A Emma le dolió el corazón al sentir que fue apuñalada por sus palabras. De inmediato, apretó los puños y dijo: —No lo haré. Si me hago a un lado, te casarás con otra mujer...

¡Y por si fuera poco, esa mujer era su media hermana Bella, la hija de la amante que mató a su madre y le robó todo!

En ese momento, Connor frunció el ceño. Había perdido toda su paciencia con Emma, por lo que no quería ni siquiera hablar con ella. De modo que, simplemente, llamó al guardia de seguridad para que se la llevara.

—¡No! —gritó Emma mientras luchaba por agarrar el brazo de Connor. Luego, ansiosa, se apresuró a decir—: Connor, piénsalo seriamente. Soy Emma, la que creció contigo... Tu favorita... ¡Ah!

Antes de que pudiera terminar la oración, Connor levantó la mano y la empujó. Emma se tambaleó y no pudo evitar caer sobre la alfombra.

—Emma, ¿no tienes vergüenza? ¡¿Cuántas veces te he dicho que no te conozco?! No puedo amarte sin siquiera conocerte. ¡La única persona a la que amo es Bella!

Ni bien terminó de hablar, dio una zancada para pasar indiferentemente sobre el cuerpo de Emma.

—Connor —se escuchó decir a la suave voz de Bella desde el otro lado del pasillo—. Apresúrate, nuestra boda está a punto de comenzar.

—Voy —afirmó Connor con tono amable—. ¿No estás cansada? No has desayunado hoy.

—No te preocupes…

Así, los dos se alejaron poco a poco mientras hablaban dulcemente.

Cuando ambos desaparecieron de su vista, Emma se arrodilló en el suelo, agachó la cabeza y se rió amargamente de sí misma.

Ella era la joven heredera de la familia Wilson, pero desde que Bella apareció, su padre la echó sin piedad alguna. Además, cuando resultó herida en un accidente, su hermana le arrebató su amor de la infancia, quien había jurado casarse con ella.

Las cosas más importantes de su vida le fueron arrebatadas sin piedad por Bella...

...a la fuerza.

Pronto, Emma se incorporó, se mordió el labio inferior y caminó en dirección a la boda.

No estaba dispuesta a aceptarlo, no podía dejar que Bella se marchara así...

—¡¿Z*rra, qué es lo que quieres?! —De repente, antes de que Emma pudiera salir del pasillo, su madrastra, Silvia, la agarró—. ¡No dejaré que arruines la boda de Bella!

La mujer era extremadamente fuerte y arrastró a Emma hacia un lado.

—¡Suéltame! —exclamó ella—. ¡Voy a recuperar lo que es mío!

—¡Tú no tienes nada! ¡Todo le pertenece a Bella! —bramó Silvia mientras agarraba con fuerza el brazo de Emma para arrastrarla hasta un salón oscuro.

—¿Qué estás haciendo…?

Rápidamente, Silvia la arrojó dentro y dio un portazo. Un fuerte sonido metálico anunció el cierre de la puerta y Emma se dio cuenta de que estaba encerrada en el salón.

—¡Abre la puerta! ¡Déjame salir! —gritó ella al tiempo que golpeaba la puerta con fuerza—. ¡Silvia, esto es privación de la libertad, es ilegal!

Sin embargo, la mujer se burló: —¿A quién le importa? Aparte de ti, ¿quién se atrevería a causar problemas en la boda del presidente Ogden?

Después de decir eso, se fue caminando con sus tacones altos y con un andar orgulloso...

Unos instantes después, cuando llegó a la esquina, se apresuró a sacar su celular y marcar un número. —¿Tienes lo que preparaste? —preguntó ansiosa—. ¡Apúrate y envía todo al salón de mujeres! ¡Hoy me voy a encargar de esa p*rra! ¡¿Cómo se atreve a ser tan arrogante?!

Mientras tanto, en el salón Emma pateaba ferozmente la puerta cerrada. Estaba extremadamente molesta.

Desde allí podía escuchar débilmente la música de la boda. En ese momento, abrazó sus rodillas y se acurrucó en un rincón de la habitación completamente oscura. Al escuchar la música dulce y animada, no pudo evitar que sus ojos se pusieran rojos.

Su amor sería en adelante el esposo de otra...

De pronto, Emma recordó los dulces momentos que pasó junto a Connor y se puso cada vez más triste. Estaba inmersa en sus pensamientos cuando, de repente, se escuchó un fuerte "clang" y la puerta se abrió.

—¿Quién es? —preguntó sorprendida.

El salón estaba a oscuras, pero una luz brillante entraba por la puerta, recortando en el portal la figura de un hombre. Tenía hombros anchos y piernas largas y daba la impresión de ser un hombre extraordinario.

De inmediato, Emma entrecerró los ojos y trató de ver con claridad el rostro del misterioso hombre. —¿Quién eres? —volvió a preguntar—. ¿Viniste a ayudarme a abrir la puerta?

El rostro del hombre estaba difuminado entre las sombras del lugar. Emma no logró verlo con claridad, así que se decidió por dar un valiente paso hacia adelante.

Pero en este momento, el hombre cerró la puerta del salón.