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  Dylan me dejó. Él realmente me dejó.

  No me dejó por la gata de la esquina, ni mucho menos por alguna plástica.

  Me dejó por mi prima.

  Mi jodida prima rusa.

  Doy otro trago a la botella de vodka, mientras Dina intenta darme los pros de ya no tener a Dylan como novio.

  —Es muy joven, no tiene barba, nunca fue capaz de manosearte bien los senos —sigue enumerando, Dina—. Seguramente la tiene pequeña. No es inteligente y tampoco es lo suficientemente atractivo…

  Ella sigue hablando pero yo solo la miro.

  Mi prima la rusa logró acostarse con mi Dylan, la relación más larga que he tenido, es decir, yo ni siquiera logré que fuera a la tercera base y en una semana ella ya lo tenía de rodillas, literalmente.

  Otro trago de vodka y me siento más enojada.

  Estoy enojada con él, porque, mierda, yo usaba short, falda, me le insinué durante el último par de meses para que me tocara, para que lo lleváramos al siguiente nivel y él no lo captaba, pero captó muy bien el mensaje de mi prima cuyo inglés tiene un profundo acento ruso.

  —Los dedos de sus manos no son tan largos, Anabell, y él no era nada divertido.

  Otro trago de vodka y las ganas de hacer pis me ganan.

  —Detén la lista, Dina, necesito liberar líquidos.

  Caminando hacia el baño de mi habitación me doy cuenta que posiblemente estoy ebria. De acuerdo, estoy muy ebria.

  Cierro la puerta tras de mí y me detengo frente al reflejo del espejo.

  Lo sorprendente de pillar a tu prima y a tu novio teniendo sexo es el hecho de no llorar ni hacer una escena digna de novela.

  No, yo solo sonreí, alcé mi dedo pulgar y dije «no la tienes grande» antes de dar media vuelta y salir de la casa de quien ahora es mi exnovio.

  Me recargo del lavamanos mientras me observo fijamente en el espejo. Luzco luminosa, incluso las pupilas de mis ojos están muy brillantes.

  —Él no sabe lo que se pierde.

  Aprieto mis labios, las ganas de hacer pis han quedado olvidadas.

  Es cierto, él no sabe de lo que se pierde, pero puedo mostrarle.

  Saco el celular del bolsillo de mi pantalón, lo dejo sobre el lavamanos y comienzo a sacar mi camisa.

  Me miro al espejo. Sigo teniendo mucha ropa.

  Procedo a quitar mi sujetador de encaje color violeta y sonrío. Porque, bueno, mis pechos son bonitos.

  Debo estar realmente ebria para estar haciendo esto.

  Tomo el celular, entro en la aplicación que quiero y apunto la cámara hacia el reflejo. Sonrío mientras con mi mano libre muestro el dedo.

  Ahí está, una imagen caliente que dice claramente vete a la mierda.

  Busco la opción de enviar, fui tan buena novia que conozco su número de teléfono de memoria.

  «Estoy segura que la rusa no las tiene así, esto es lo que te pierdes. ¿Te gusta lo que ves, Dylan?».

  Con una sonrisa pulso Enviar, ahora el licor me hace sentir segura.

  Espero pacientemente una respuesta mientras hago pis.

  Lavo mis manos y sonrío cuando mi celular suena.

  «No conozco ninguna rusa, no soy Dylan. Pero me gusta lo que veo muñeca».

  Abro los ojos sorprendida, algo está mal. Algo está muy mal.

  Reviso el número y me doy cuenta que coloque un 0 y no un 8.

  Mierda.

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