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  Desde hace años, los noticieros locales lo único que hacían era informar de los asesinatos que se cometían todas las semanas: aparecía un nuevo cuerpo, una casa volviéndose cenizas, una familia masacrada. En fin, solo muerte y desastres que comenzaba a preocupar a la sociedad por la constancia de tanto caos.

  ¿Acaso se trataba de la misma persona?

  ¿Podía haber alguien tan malvado como para cometer todas esas atrocidades?

  ¿Por qué la policía no hacía nada?

  La gente comenzaba a opinar y a culpar a la justicia por su "incompetencia" al no detener esos crímenes, y Jaebeom ya quería hacer oídos sordos ante esto porque demasiado tenía con los regaños que se llevaba de su superior al no poder encontrar nada en esos casos.

  Si tuvieran a un sujeto escurridizo que era experto en limpiar su rastro y escapar sin problemas entonces ahí seguramente no dirían nada, solo veían las cosas desde su punto de vista y no eran capaces de comprender que ellos como justicia estaban haciendo lo posible, pero lamentablemente el sospechoso no colaboraba para terminar de una vez por todas con esa fila de muertes semanales.

  En los primeros años él veía todo desde afuera, miraba las noticias mientras cursaba el último año de su carrera a los veinticuatro años y se preparaba para hacer lo que más quería: detener a tipos como ese psicópata enfermo que no conseguía ser reconocido. Cuando por fin tuvo su título lo primero que hizo fue pedir para que lo incluyeran en el caso, y así empezó hasta que pasaron los años y él seguía sin haber aportado mucho. Actualmente, era un fiscal reconocido por haberse encargado exitosamente de otros casos, pero la frustración no lo dejaba en paz al pensar que, el caso que él quería resolver, no podía hacer mucho, solo continuar investigando y no descansar porque claramente el asesino no se tomaba días libres; los cuerpos seguían apareciendo y él cada día se desesperaba más por dar con el culpable fallando en todos los intentos.

  Un día, cuando llegó a la escena de uno de los tantos crímenes se encontró con una rosa blanca entre los dedos de la víctima, y una pequeña nota que decía:

  » Puede que te dé suerte para atraparme « Y abajo firmado como "Kim".

  En ese momento odió vivir en un país donde la mitad de la población era del mismo apellido.

  Sería inútil buscarlo entre la enorme cantidad de gente que se apellidaba igual.

  De la pura rabia hizo pedazos la flor mientras maldecía a ese lunático. Entonces, unas semanas después pasó...

  La primera vez que lo vio fue a través de una grabación cuando investigaban el caso de una familia masacrada. La cámara de una esquina de la cuadra lo grabó caminando tranquilamente, y luego supieron que fue después de haber terminado con todas las personas de esa casa.

  Jaebeom empezó a encargarse de todos los crímenes del mismo asesino: el patrón comenzó a ser el mismo y rápidamente supieron que se trataba de la misma persona… de la misma persona enferma y sin escrúpulos que era capaz de obligar a un par de niños a mirar como mataba a sus padres, para luego darles el mismo desagradable destino.

  En ese entonces, todavía no tenían el rostro del asesino, solo sabían que era joven por las tantas grabaciones que conseguían, ni siquiera podían ver su rostro porque se cubría muy bien.

  Kim se burlaba de ellos, permitía que las cámaras lo grabaran con cierto cinismo que comenzó a consumir al joven fiscal, llenándolo de odio y una intensa obsesión por atraparlo que ni él mismo era consciente que poseía. Solo quería agarrar a ese sujeto y meterlo al internado psiquiátrico, no soportaba saber que seguía suelto como si nada; matando, causando sufrimiento y dejando destrozos por donde pasaba.

  Definitivamente, si la pena de muerte aún fuera legal él con gusto estaría en primera fila.

  Rechazó otros casos y solo se dedicó a él, horas sin dormir viendo grabaciones, leyendo artículos y repasando informes; sin darse cuenta que estaba permitiendo que ese lunático se metiera en su cabeza y comenzara a destruirlo, dejando que su propia necesidad de encontrarlo lo consumiera de la forma más lenta y tortuosa.

  Hasta que un repentino día, la policía recibió un llamado: una adolescente, de apellido Kang, informó entre lágrimas que sus padres estaban muertos y que el responsable aún estaba en la casa. Jaebeom no lo dudó, acudió rápidamente junto a otros oficiales, su obsesión le gritaba que el responsable no era nadie más que su propio verdugo que no lo dejaba estar en paz, y así fue, aunque al parecer se demoraron mucho porque nadie de la familia estaba con vida y encontraron a una chica recientemente degollada en el armario. Su sangre aún escurría de su cuello como si solo hubieran pasado segundos desde aquello. Supusieron que era quien había hecho la llamada ya que el teléfono estaba en su mano inerte.

  Creyó que nuevamente había llegado tarde, que otra vez ese bastardo se había escapado pero en ese mismo instante escuchó ruido en la habitación siguiente, y cuando se acercó, se encontró con la espalda de una persona completamente vestida de negro tratando de abrir la ventana. La gorra negra dejaba a la vista algunos mechones rubios, y Jaebeom sintió que su cuerpo era invadido por la adrenalina y la emoción porque lo reconoció al instante.

  Cuando el sospechoso se alejó de la ventana con las manos en alto, creyó que lo tenía, pero en cuanto el sujeto se dio la vuelta lentamente no supo qué pasó en ese instante: sintió que su estómago caía a sus pies y la adrenalina de antes se disipaba para dejar solo impresión al ver su rostro por primera vez.

  Cara a cara.

  La apariencia inocente definitivamente era engañosa. Sabía que era joven pero tampoco tanto. Lo miró a los ojos pero no había nada en ellos, solo un vacío que podía tragárselo en segundos; los labios formando una línea recta y su expresión totalmente imperturbable, como si no sintiera miedo, pánico o desesperación al verse, aparentemente, atrapado. Y Jaebeom fue descuidado, se quedó mucho tiempo observándolo, casi hipnotizado por la maldad que desprendía. El aire de la habitación incluso se percibió cargado y sentía que apenas podía respirar. Se sentía como si hubiera pasado mucho tiempo cuando solo fueron unos segundos de observarse mutuamente, hasta que los labios rectos se curvaron en una sonrisa siniestra, llena de burla. Sin más el sujeto se impulsó hacia atrás rompiendo el vidrio con su propio cuerpo, cayendo al vacío y haciendo creer al fiscal que había preferido suicidarse antes que ser atrapado, pero la realidad lo golpeó con fuerza en la cara cuando lo vio salir corriendo sin problemas, dejando un visible rastro de agua.

  Al enfocar la vista bajo la ventana, encontró que había una piscina de considerable tamaño. El agua se movía con calma y la gorra negra flotaba a su ritmo.

  Cuando los demás llegaron con él luego de encargarse de los cuerpos, el fiscal estaba prácticamente ido, cerrado en sí mismo, llenándose de odio porque nuevamente ese psicópata se había reído en su cara. Literalmente.

  Los gélidos ojos y la sonrisa de burla pasaban una y otra vez por su mente, solo aumentando su obsesión por querer atrapar a ese desquiciado.

  Hasta que un día, finalmente lo consiguió. Creyó que podía dar fin a esa caótica etapa de su vida, dedicarse a él mismo, a tener un poco de calma y acomodar su vida, pero solo le duró cinco meses hasta que nuevamente tuvo que regresar al pasado y retomar esa obsesión jodidamente insana que fácilmente lo consumía.

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